¿Es la invasión a Ucrania una guerra de Rusia o de su presidente, Vladimir Putin?
La estructura de Rusia hace difícil ensayar una respuesta categórica respecto de una crónica anunciada que culminó con el ingreso de contingentes militares en territorio ucraniano. Por ende, más allá de las intenciones del Presidente Putin, el contexto y la simbología implícita permite deducir que fue una operación planificada por la nomenclatura del poder. Vale recordar que fue el 24 de febrero de 2014 cuando el Gobernante prorruso que se oponía a la adhesión de Ucrania a la Unión Europea fue defenestrado por la presión de manifestantes en la Plaza de la independencia en Kiev (Euromaidán). Ocho años después, en la misma fecha, se produce la invasión. ¿Coincidencia? Los hechos hablan por sí solos por encima de cualquier interpretación o lucubración antojadiza acerca del meollo de un conflicto que se arrastraba por años.
¿Cómo percibe la opinión pública rusa esta guerra? ¿Como una reconquista territorial? ¿Una “operación especial” de tipo preventivo? ¿Como aventura imperial?
Intuyo que la opinión pública rusa asumió y apoyó la “operación especial” para neutralizar supuestas amenazas desestabilizadoras (políticas, estratégicas y económicas) provenientes de Occidente a través de Ucrania. Ahora, luego un mes de enfrentamiento entre pueblos “unidos por la historia y la sangre”, han surgido divagaciones varias que imagino no cuentan con respaldo mayoritario de la población rusa. A mi juicio, el trasfondo de esta situación lo da la dicotomía entre la nostalgia del Kremlin por activar un proyecto nacionalista/autoritario anclado en un pasado imperial que considera glorioso (retrotopía) y las esperanzas de un pueblo patriota que busca un futuro promisorio como República independiente y membresía en la Unión Europea (utopía). Una reflexión que condensa el sentimiento de ambas sociedades ante un conflicto irracional que contradice el espíritu que debe presidir la agenda global en momentos de crisis y convulsión social. Pareciera que los sucesos del 2014, impulsados por una generación de jóvenes que hicieron historia, no hubieran sido asimilados suficientemente por Rusia a la hora de la planificación de un emprendimiento bélico que permite contrastar la indiferencia de la población rusa con el heroísmo de la ucraniana ante un cuadro humanitario sobrecogedor.
¿Putin busca la incorporación de Ucrania a soberanía de Rusia o un Estado ucraniano plurinacional?
El Presidente Putin, al calificar esta aventura bélica de “especial” y avalarla como “operación de paz”, pretendió dejar en claro que su propósito no era anexar Ucrania a Rusia, sino instalar un gobierno a afín a sus intereses y neutralizar la integración de ese país a la Unión Europea y la OTAN, amén de consolidar la toma de Crimea y el correspondiente libre acceso a las “aguas calientes” del Mar Negro. En otras palabras, un golpe táctico-político encaminado a reforzar la impronta rusa como actor influyente en la configuración del Nuevo Orden Mundial.
¿Pudo usted diferenciar a rusos de ucranianos durante su misión en ambos países?
Desde mi perspectiva, tienen más similitudes que diferencias debido al origen e historia común que atenúa cualquier disparidad identitaria dada por el idioma y la religión como factores distintivos y consustanciales de cada una. Por cierto, cuando se analiza las conductas y aproximaciones a este hecho trascendente, las contradicciones se amplían y se engarzan con conceptos tales como Imperio, Civilización, Ortodoxia, que han unido y desunido a ambos pueblos desde el siglo IX. En definitiva, el camino de Ucrania a la independencia siempre ha estado intimidado por la eventual reconstrucción de la Gran Rusia. Un temor ahora confirmado y quizás expandido en modo virtual.
¿Cuáles son, a su juicio, las posibles salidas realistas a este conflicto?
La única salida es la negociación, asumiendo que la diplomacia no supo impedir la ocurrencia de una confrontación que venía insinuándose de manera evidente y peligrosa. Paradojalmente, habrá que recurrir a ella para solucionarlo y construir la paz con la ayuda de otras disciplinas. Luego, corresponderá abordar alternativas viables que deberá contemplar el rediseño de la estructura de seguridad europea que garantice la neutralidad de Ucrania, la implementación de los Acuerdos de Minsk II y una solución realista respecto Crimea. Asimismo, para disipar el cuadro de inestabilidad, indefensión e incertidumbre que afecta al escenario global, cabrá apelar conjuntamente al derecho, la defensa y la diplomacia, con miras a forjar una unidad de propósitos en beneficio real de la paz, la seguridad y el desarrollo sustentable.