La Cumbre de las Américas lo confirmó: el verdadero desafío del gobierno no estará en la parte política de su política exterior, sino en la económica. Porque el Presidente Boric habitará un barrio donde los vientos de izquierda soplan a favor -como ocurrió hace dos décadas con la “marea rosa” latinoamericana- y su figura despierta simpatía en el progresismo, dominador habitual del establishment internacional.
Más allá de errores no forzados, uno que otro arranque “anti-imperialista” (propio de su generación política) y la incómoda alianza con el Partido Comunista al distanciarse de Cuba, Venezuela y Nicaragua, el Presidente tiene un terreno fértil para desplegar su narrativa internacional. Los posibles triunfos de Petro en Colombia y Lula en Brasil dejarían reducida la derecha a Uruguay, Ecuador y Paraguay, reforzando el club de Presidentes de izquierda. Así, la parte política de las relaciones internacionales del gobierno no debiera tener mayores problemas.
Distinta es la parte comercial y de inversiones. No bastan los llamados a invertir en Chile y ofrecer certeza jurídica: se necesitan hechos concretos. La visita a Canadá, por ejemplo, estuvo plagada de gestos de buena crianza de los inversionistas extranjeros, pero carente de anuncios concretos, partiendo por avanzar en el TPP11, promovido con entusiasmo por el gobierno de Trudeau. Se suma la falta de señales claras sobre la aprobación del acuerdo con la Unión Europea y otras negociaciones en curso, como parte de la política comercial.
La atracción de inversión extranjera es una tarea compleja. El índice de riesgo político de nuestro Centro de Estudios Internacionales UC alerta, por segundo año consecutivo, el empeoramiento de las condiciones de inversión en América Latina. Salvo Ecuador, el discurso para atraer capitales está cada vez más ausente. Chile hoy ofrece un gran signo de pregunta en esta materia (aunque algunos no lo digan públicamente), con un borrador constitucional poco amistoso para el entorno de los negocios y una futura reforma tributaria en medio de una contracción de la economía.
Hace una década era impensada esta competencia sobre qué dicen las clasificadoras de riesgo y bancos de inversión sobre Chile. El “cheque en blanco” del pasado ya no existe y, más que palabras, serán hechos concretos los que dirán si Chile sigue siendo ese país atractivo para la inversión y abierto comercialmente al mundo. Una política exterior coherente en lo político y económico puede ayudar en esta misión.
Fuente: La Tercera