“Thatcherismo y brexitismo” se posicionan en el contexto de la elección del nuevo líder del Partido Conservador británico quien habitará el icónico número 10 de Downing Street. Los candidatos más votados por sus pares, Rishi Sunak y Liz Truss, buscan, al fragor de un acalorado debate, el respaldo de los militantes, abrazando planteamientos propios de la excepcionalidad que marca la historia del Reino Unido. Ahora, incluso con dejos de populismo, pretenden recuperar el apoyo ciudadano deteriorado por la crisis del costo de vida, la pandemia y una inflación atizada por la guerra en ruso-ucraniana que incrementa los precios de la canasta familiar y la energía.
Por cierto, los errores de cálculo de Boris Johnson se incluyen en esta tormenta política que buscan superar institucionalmente, recurriendo a símbolos y medidas que enfaticen la autoridad, decisión y compromiso para que el Reino Unido del siglo XXI sea una nación soberana, global y defensora del comercio libre con total control de sus leyes, amén de respetada e influyente en un escenario de disputas estratégicas que alteran el mapa geopolítico global y producen un cambio civilizatorio aún en desarrollo. Por lo tanto, al quedar la decisión en manos de 150.000 afiliados, es pertinente una reflexión sobre la impronta de la colectividad en momentos claves de su performance política, con miras a mitigar las profundas divisiones que exhibe la sociedad británica y amenazan una reñida disputa electoral en 2024.
Allí se insertan las propuestas de la joven e ilustrada promesa de origen indio y ex ministro de Finanzas (Chancellor) y de la ministra de Relaciones Exteriores (Foreign Office). El primero, identificado con la ortodoxia tradicional, rechaza una rebaja abrupta y precipitada de impuestos porque, a su juicio, agravaría la situación y elevaría la tasa inflacionaria. Cuenta a su haber con el paquete de rescate que impulsó para neutralizar los estragos del Covid-19, que garantizó millones de empleos y, además, con el reconocimiento de promotor del Brexit, si bien con una línea más amable hacia Bruselas respecto de su implementación y la ejecución del Protocolo de Irlanda.
Ella, por su parte, cuyo inicio en política no es genuinamente conservador, se ha alineado con el área más dura y tradicional del partido, pensando en capitalizar el sentir mayoritario de la población que -según las encuestas- busca una solución inmediata a sus aflicciones económicas, enfatizando que la libertad y la soberanía son conceptos no abstractos de cara a la política. Con todo, la línea divisoria entre los planteamientos es tenue, pues ambos coinciden en controlar las fronteras con programas migratorios rigurosos, abordar el cambio climático con políticas audaces y cancelar millares de leyes heredadas de la UE, amén de revisar las relaciones con China.
Queda por dilucidar si el Partido Conservador, que ha acentuado la diversidad solo en los últimos años, está realmente involucrado en la posible elección de Sunak o prevalecerá la idea de asociar a Truss con la figura de la otrora poderosa Dama de Hierro.
Fuente: La Tercera