Se cumple casi un año desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania. Lo que se pensó en un primer momento como una anexión por la fuerza, terminó siendo una guerra de resultado incierto y de paso, consolidó un cambio de época a nivel planetario. Se venía gestando un reordenamiento el orden internacional en los últimos años, con el potenciamiento de China como contrahegemonía, la importancia de la India como jugador global y modificar el eje estratégico del mundo desde el Océano Atlántico hacia el Pacífico. Estos eran momentos donde Estados Unidos concluía años de presencia en el Medio Oriente. El mundo que se construyó con el fin de la Guerra Fría y los atentados del 11 de septiembre de 2001 llegaba a su fin. Se repotenciaron las llamadas potencias regionales, los llamados BRICS por sus siglas Brasil, Rusia, India y China. A Sudáfrica lo incorporaron después de una cumbre en Durban para la última letra de la sigla. En este contexto, hace algunos años no faltaba quien se preguntaba qué hacia Rusia en ese grupo de países, puesto que, quitando el arsenal nuclear y sus militares, poco quedaba del poder pasado. Entre medio la pandemia y el populismo de líderes como Trump, Bolsonaro y Orban ayudaron a pensar que era impune salirse del derecho internacional.
Es en ese marco descrito que Putin quiere para Rusia su lugar como protagonista en la escena mundial. Se trata de reclamar su pasado imperial. Putin es un profundo anticomunista. A dicho partido culpa de buena parte de los males que aquejan a su país, incluyendo la existencia de la propia Ucrania. Desea volver a las fronteras que tenía el mundo en 1990, al momento de la caída del Muro de Berlín.
Por lo mismo, pese a las evidentes limitaciones y derrotas sufridas en estos meses, el esfuerzo bélico ruso continuará. Tampoco es que estén tan derrotados como algunos en Occidente quieren creer. Vienen meses muy difíciles para Kiev. Sin embargo, aún más complejos son los que vienen para Europa puesto que el delgado equilibrio de apoyo con tanques y municiones a Ucrania puede terminar en un ataque ruso en alguno de los países de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), desatando el conflicto general. Puede que no ocurra el escalamiento, y, por lo tanto, la actual fase del conflicto continúe por meses, y tal vez por años. En todo caso, muchos analistas creen que es inevitable el enfrentamiento global, pero descartan un escenario nuclear. En cualquier escenario, las previsiones de mediano plazo son que el conflicto continuará. Plantearse una derrota rusa sin las enormes consecuencias que traería a la región sería una quimera. Un triunfo del Kremlin sería premiar la agresión indiscriminada y la muerte de la vigencia del derecho internacional. La comunidad global no puede permitirlo. Es decir, todos los escenarios son de cambios y consecuencias impredecibles para el nuevo orden internacional.
Dada la realidad global, los países más alejados del conflicto no pueden ni deben guardar silencio. Es un problema de estabilidad mundial, y de alguna manera, tenemos la obligación de estar presentes con nuestras ideas en la construcción del orden internacional y multilateral que surge de las consecuencias que genera este conflicto. El respeto al derecho internacional público, humanitario y de los derechos humanos es la clave y hay que impedir que las agresiones sin premeditación a otro país puedan ser toleradas. Rusia debe responder al mundo por lo que hizo y debemos acompañar a la comunidad internacional a exigir el fin del conflicto, justicia y reparación a las víctimas inocentes.
Fuente: La Tercera