El libro “Disparidad bajo la lupa: una radiografía a las brechas de género en Chile” analiza acuciosamente las diferencias que existen entre mujeres y hombres en varios ámbitos como pensiones, salud y justicia penal. Estas distancias también están presentes a nivel de participación política nacional e internacional, como lo reflejan el informe “Nuevo Mapa del Poder y Género en Chile” (PNUD, 2020) y el libro “Mujeres y Política Exterior en América Latina”.
En el plano internacional, un rápido repaso de las cifras muestra distancias elocuentes entre ambos géneros. De los 193 países que conforman las Naciones Unidas, menos del 25% tienen a mujeres al mando de sus ministerios de relaciones exteriores. El G20 cuenta con solo seis cancilleres mujeres. En potencias regionales como Alemania, la primera ministra de Relaciones Exteriores de su historia asumió en 2021, mientras que ninguna ha estado a cargo del emblemático Itamaraty, en Brasil. Para añadir más elementos, al hacer un zoom en Iberoamérica se cuentan con los dedos de una mano a las cancilleres que han acompañado a sus jefes de Estado durante el mandato constitucional completo. Estos factores revelan cuán complejo ha sido para nosotras alcanzar y mantenernos en las cancillerías.
A pesar del mandato para avanzar en la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer hacia 2030, las cifras en la estructura multilateral de Naciones Unidas tampoco son alentadoras. Hoy, solo once de las treintaiuna agencias que integran la junta de jefes de ese organismo son comandadas por directoras, y, además, sigue pendiente la elección de una primera Secretaria General. Desde 1945, la Asamblea General ha sido dirigida por diplomáticas solo en cuatro ocasiones. Por si fuera poco, en el Consejo de Seguridad, tres de los cinco miembros permanentes titulares del derecho a veto -China, Francia, Rusia- nunca han designado a una embajadora en calidad de representante permanente. Reino Unido lo hizo recién en 2018. Estados Unidos asoma como la excepción, habiendo dispuesto de forma ininterrumpida desde 2009 que ese alto cargo sea ejercido por mujeres.
Este diagnóstico preliminar concluye forzosamente que la conducción de las relaciones internacionales y la gobernanza global hasta hoy es una tarea eminentemente masculina, esquiva para las mujeres. Para quienes seguimos a diario los vaivenes del mundo, y como primera mujer encargada de liderar el Servicio Exterior de Chile, parece determinante seguir cerrando las brechas de participación femenina en política exterior, conquistando este espacio desde distintos ángulos. Por ello, desde esta tribuna, a la que gentilmente me ha invitado a incorporarme La Tercera, compartiré reflexiones sobre nuestras relaciones exteriores. Discutiremos los cambios en el panorama internacional, hacia dónde se encamina ese nuevo orden que empieza a emerger pero que aún no termina de cuadrar, y en especial, cuál es el camino para Chile en un mundo cada vez más cambiante y vertiginoso.
Fuente: La Tercera