Opinión

Lo que nos recuerda el TLC Chile-EEUU

Este año se cumplen 20 años del tratado de libre comercio (TLC) entre Chile y Estados Unidos, y 200 años de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Un año en que, además, Chile firmará la modernización del Acuerdo con la Unión Europea y, al parecer, dejaremos atrás la equivocada política comercial del primer año de gobierno. Cuestionamientos ideológicos al TPP11, anuncios de consultas de política comercial sin objetivos claros e incluso “freno de mano” a negociaciones ya concluidas, como la de la UE, van pasando al olvido.

¿Qué nos recuerda el TLC con Estados Unidos a 20 años de su firma? Que Chile fue uno de los países favoritos de América Latina para importantes potencias como EEUU, Canadá, China, Corea del Sur, Japón o la propia Unión Europea, no sólo por ser un mercado atractivo especialmente por la minería (otros países también son ricos en recursos naturales), sino por su reputación como país serio, estable políticamente y con imperio del Estado de derecho.

Los beneficios concretos del TLC para Chile han sido claros. En materia de acceso a mercados, alrededor de 8 mil productos mejoraron su ingreso al mercado norteamericano, alcanzando en 2015 el 100% de bienes libres de aranceles. La actividad minera, productos del mar o el sector frutícola son ejemplos de industrias que se han expandido gracias al tratado; mientras, los chilenos hemos tenido un mayor acceso a productos electrónicos, o medicamentos, y el sector productivo, petróleo y gas, entre otros. Así, entre 2017 y 2022 el crecimiento del comercio bilateral alcanzó una tasa promedio de 10% anual.

El TLC no sólo marcó un hito por sus ventajas comerciales, sino también por establecer estándares laborales, medioambientales y un estatuto robusto para la protección de inversiones, sirviendo de guía para otras negociaciones comerciales. Hoy no se puede negar que la relación con Estados Unidos es fundamental y que su dimensión va más allá de lo económico: valores compartidos, como la democracia y derechos humanos; cooperación en seguridad y defensa, y turismo.

Como una economía abierta al mundo, una parte importante de la inversión en Chile es generada por empresas extranjeras y la relación con Estados Unidos sigue siendo de gran potencial, aunque haya sido desplazada por China como principal socio comercial del país.

Por ejemplo, la ley “Inflation Reduction”, recientemente aprobada por el país norteamericano, ha establecido incentivos tributarios para la producción de vehículos eléctricos, manufactura y energías renovables, áreas donde Chile puede tener ventajas comparativas. En el litio, por ejemplo, si la producción de vehículos eléctricos incluye insumos de países con los que EEUU tiene tratados de libre comercio, pueden ser parte del beneficio. En tanto, las startups chilenas, y la industria del capital de riesgo en general, siguen mostrando preferencia por el mercado norteamericano para su desarrollo, lo que demuestra nuevas dimensiones de la relación bilateral.

Los 20 años del TLC con Estados Unidos nos deben hacer recordar que la política comercial ha sido exitosa, que Chile es un país serio y estable en sus relaciones internacionales y que una aventura refundacional, propias de estos tiempos, no tiene cabida en una política exterior que se proyecta al futuro.

Fuente: Diario Financiero