Para la próxima cumbre del Mercosur, se esperan los resultados de las negociaciones del acuerdo de asociación con la UE. Los intercambios para lograr un tratado entre ambos bloques se han prolongado por más de dos décadas, sin que se haya logrado concretar los términos definitivos del mismo.
A pesar de estas largas tratativas, los dichos de Lula este fin de semana, hacen prever que se estaría ad portas de un nuevo fracaso que, además, sería final. El próximo líder del grupo sudamericano, el Presidente paraguayo, adelantó que de no cerrarse el trato este semestre, el “no va continuar el próximo.”
La frustración del acuerdo UE-Mercosur sería una noticia decepcionante para nuestra región. Pero también reflejaría las reales motivaciones de algunos países europeos. Todo indica que tras este naufragio está, como anteriormente, Francia. A diferencia del impasse surgido en 2019, Macron ya no puede recurrir a las cuestionadas políticas ambientales de Bolsonaro para excusarse de avanzar con el Mercosur. La negativa francesa se asentaría, esta vez, en la supuesta carencia de compromisos de sostenibilidad ambiental -lo que es desestimado por Brasil-, así como en una aplicación diferenciada de las normas de descarbonización europeas. Pero estas alegaciones parecen más una justificación políticamente correcta destinada, al final, a evitar pugnas con la poderosa agroindustria francesa, recelosa de perder espacios frente a la apertura del mercado europeo a los competitivos productos sudamericanos.
El eventual quiebre UE-Mercosur también es una mala noticia para Europa. Si la UE quiere efectivamente diversificarse, alcanzar su autonomía estratégica, establecer cadenas de suministro con países afines y depender menos de China y Rusia, debería cerrar un tratado que mejora su acceso a recursos sudamericanos. Asimismo, el tratado incluiría asuntos políticos y de cooperación, aspectos clave para fomentar alianzas fundadas en los valores de la democracia y los DD.HH. ante un escenario geopolítico en movimiento. Estas consideraciones, probablemente, han llevado a Alemania a mover su tonelaje político para intentar salvar el acuerdo.
La no concreción del acuerdo tendrá, asimismo, efectos sobre el Mercosur. Reforzará la postura de Uruguay -y la del gobierno de Milei- acerca de la necesidad de flexibilizar las normas de la asociación y avanzar hacia acuerdos bilaterales despercudiéndose de la carga que implica negociar atado a un disímil conjunto de economías.
La falta de acuerdo UE-Mercosur no afecta a nuestro país. Chile solo es Estado asociado del grupo sudamericano y, además, recientemente actualizamos los términos del acuerdo con la UE para reflejar los desafíos globales. Para que estas nóveles disposiciones sean eficaces se requiere la aprobación legislativa del texto en Chile y en la UE. Dadas las dificultades que ha mostrado la UE para sellar acuerdos, será indispensable que nuestras autoridades ejecuten todas las acciones tendientes a que el acuerdo marco avanzado entre en vigor, en lo posible, en el más corto espacio de tiempo.
Fuente: La Tercera