Opinión

Las democracias de la región están en jaque por el crimen organizado

El 2024 se perfila como otro año complejo e intenso para América Latina, enmarcado en un contexto internacional caracterizado por una gran incertidumbre y volatilidad geopolítica y económica y, a nivel regional, con crecimiento económico mediocre, 180 millones de pobres (29%) y una maratón electoral compuesta de seis elecciones presidenciales.

Según nuestro reciente cuarto informe sobre los Riesgos Políticos América Latina 2024 (Centro de Estudios Internacionales Universidad de Chile), el crimen organizado, la corrupción y una creciente desafección democrática constituyen los tres principales peligros y amenazas que se ciernen sobre nuestra región.

El crimen organizado, con el narcotráfico a la cabeza, se mantiene como la mayor amenaza para la estabilidad y seguridad de América Latina. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudd) señala que aproximadamente la mitad de los homicidios en la región son atribuibles a esta lacra. Ecuador es un caso emblemático: un país que, pese a su pasado relativamente seguro, ha visto cómo su tasa de homicidios se disparaba un 800% en cinco años.

Este fenómeno se ve agravado por la alta producción de cocaína en los países andinos, que alimenta las disputas entre bandas locales e internacionales y fomenta la violencia.

La corrupción, un mal endémico en muchas naciones latinoamericanas, ocupa la segunda posición. A pesar de los esfuerzos por combatirla, sigue siendo un obstáculo significativo para el desarrollo económico y social. La región no ha logrado avanzar sustancialmente en este aspecto, y países considerados anteriormente como modelos de integridad, como Uruguay, Chile y Costa Rica, no han sido inmunes a escándalos de corrupción.

La apatía hacia el régimen político y el deterioro democrático se ubican en tercer lugar. La mayoría de los latinoamericanos parecen indiferentes al tipo de gobierno, siempre que sus necesidades básicas estén cubiertas.

Esta situación ha abierto la puerta a líderes populistas y autoritarios. Mientras que Uruguay, Costa Rica y Chile se mantienen como democracias plenas, dos terceras partes de los países de la región oscilan entre democracias incompletas, regímenes híbridos y autoritarios.

La gobernabilidad está bajo presión (cuarto) y se ve amenazada por la rápida pérdida de apoyo a los mandatarios y una crisis de representación política. Los partidos tradicionales enfrentan una confianza menguante, y nuevos liderazgos emergen sin la estructura o experiencia necesaria para una gestión efectiva.

Los flujos migratorios masivos (quinto) representan otro grave riesgo. El aumento de los flujos migratorios hacia los Estados Unidos y dentro de la región han sido mayúsculos durante el año pasado y todo indica que seguirán aumentando.

Las protestas sociales están en la sexta posición. En un contexto de desconfianza hacia las instituciones y una economía estancada, representan un riesgo político significativo. La radicalización de las mismas podría intensificarse en 2024, dada la combinación de bajo crecimiento económico, desconfianza pública y gobernabilidad compleja.

La inestabilidad internacional (séptimo), con conflictos como Ucrania-Rusia e Israel-Hamas, y la rivalidad entre Estados Unidos y China influyen en el contexto latinoamericano. América Latina no es ajena a estas tensiones globales, que afectan tanto su política interna como sus relaciones exteriores; tensiones que suman desafíos pero también abren oportunidades.

Burocracia

El deterioro del clima de negocios se ubica en el octavo lugar. A pesar de las ventajas naturales de la región, como la disponibilidad de minerales críticos y el potencial para el desarrollo de energías renovables, así como en materia de nearshoring and friendshoring, persisten obstáculos como la falta de certeza jurídica y políticas atractivas para la inversión extranjera.

La burocracia excesiva y la falta de un discurso sólido en pro de la inversión extranjera son barreras significativas que deben ser revertidas con urgencia.

En noveno lugar encontramos a la tecnología y su impacto en la política y las elecciones a través de la manipulación de la opinión pública vía el mal uso de las redes sociales y ahora también de la inteligencia artificial.

Finalmente, la vulnerabilidad al cambio climático (décima posición) es un riesgo que no puede ser subestimado. Fenómenos como El Niño amenazan con agravar problemas como la escasez de recursos hídricos, la seguridad alimentaria y la capacidad de respuesta a eventos climáticos extremos, afectando desproporcionadamente a las comunidades más desfavorecidas.

Sin embargo, América Latina presenta oportunidades únicas a partir de sus ventajas competitivas en la agenda del siglo XXI, dada su alta disponibilidad de minerales críticos y su mayor potencial para el desarrollo de energías renovables; la digitalización, el cambio climático y la tecnificación en la producción de materias primas. Todo ello, en un clima de negocios que gradualmente comienza a repuntar en la región.

Así lo entienden las grandes potencias, que han seguido mirando con atención la región a través de iniciativas globales como la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (APEP) de Estados Unidos, la Franja de la Ruta y la Seda de China y la iniciativa Global Gateway de la Unión Europea. El liderazgo político tiene la palabra.

Fuente: La Nación