En estos primeros días de 2024, una serie de hechos relacionados con el mar, nos adelantan que estamos ad portas de sendos cambios y reposicionamientos estratégicos. La protección de las rutas marítimas, el control de los puertos y el poder naval, han hecho noticia en todos los continentes por las implicancias que tienen sobre la libertad de navegación, el comercio o la seguridad.
El ataque de las milicias hutíes -respaldadas por Irán- a los barcos que navegan por el Mar Rojo junto con la respuesta de EE.UU. y sus aliados, ha producido una baja significativa del tránsito por el Canal de Suez. Además, ha inaugurado un nuevo episodio en el ya alterado Medio Oriente, amenazando con desatar una guerra a gran escala. En nuestra región, la prolongada sequía que afecta al Canal de Panamá ha provocado una disminución histórica del tránsito por ese paso. Estos shocks han incrementado los costos del transporte marítimo y han impactado, a la baja, las economías de los países que dependen de estas operaciones. Pero más allá de los predecibles efectos en cadena, la interrupción de las tradicionales vías marítimas ha renovado el interés por las antiguas rutas como el Estrecho de Magallanes y el Ártico.
Las tensiones marítimas también están presentes en el Mar del Sur de China, donde los países del G7 acordaron actuar de consuno para contrarrestar la cada vez más poderosa y sofisticada presencia militar china, la que estaría impidiendo las libertades marítimas protegidas por el derecho internacional.
Los puertos también tendrán un momento estelar este año. El megapuerto de Chancay en Perú, el primero controlado por capitales chinos en Latinoamérica, representa la culminación de una estrategia destinada a ampliar su dominio sobre las coordenadas marítimas claves, especialmente en el Océano Pacífico. Tan importante es este hito, que se ha anunciado que el propio Presidente Xi inauguraría Chancay. Un camino similar, de menor envergadura, han seguido los Emiratos Árabes mediante inversiones en logística portuaria alrededor del globo, reflejando sus manifiestos intereses de política exterior. En el cuerno de África, un acuerdo entre la mediterránea Etiopía y el gobierno de facto de Somalilandia, garantizándole a Adís Abeba el libre acceso al mar, ha generado una crisis de proporciones. En el ámbito del tránsito de mercancías, la UE acaba de proponer una alianza global de puertos para enfrentar la creciente amenaza del crimen transnacional.
Ante estos cambios vertiginosos, nuestro país debe repensar estratégicamente su política oceánica y portuaria, las que tienen más de un lustro. Las consecuencias de un mayor tránsito por el Estrecho de Magallanes, o la demora en la construcción o ampliación de nuestros puertos representan oportunidades, pero también desventajas, que debemos abordar con celeridad y libres de barreras ideológicas. Los nuevos escenarios geopolíticos, no nos esperarán.
Fuente: La Tercera