Opinión

Tiempos recios

En unos años, cuando miremos en retrospectiva esta década, localizaremos con claridad el punto de inflexión al desafío del orden internacional liberal representado por EE.UU., la UE y Occidente, en general. Los desafiadores del sistema serán con mayor o menor sofisticación, Rusia, Irán y China.

El momento crítico de este reto habrá sido la invasión rusa a Ucrania, violación flagrante de la Carta de Naciones Unidas, dándole un golpe de gracia a uno de los pilares sobre los que se ha sustentado el sistema de seguridad internacional desde la Segunda Guerra Mundial.

El segundo aviso explícito de esta disputa por el orden mundial será el inédito ataque de Irán en contra Israel, el que debe ser comprendido más allá de una acción contra la infranqueable alianza americana-israelí. La decisión de los ayatolas es una advertencia al mundo árabe -que colaboró con Tel Aviv proveyéndole sensible información de inteligencia -, y deja traslucir que el atentado de Hamas de octubre fue también una amonestación de Teherán al proceso de normalización de relaciones diplomáticas con Israel, especialmente de sus vecinos del Golfo, EAU, Bahréin y Arabia Saudita, el que no llegó finalmente a concretarse.

China, con su siempre inteligente diplomacia, ha sido clara en cuestionar al orden actual, pero más allá de su área de interés inmediato -el Mar del Sur de China y Taiwán- ha mantenido una postura ambigua respecto de las acciones de los otros retadores. No los ha avalado, pero tampoco los ha cuestionado. Se beneficia de la economía rusa magullada por las sanciones occidentales y se especula que provee insumos militares a Moscú. Respecto de Medio Oriente, facilitó las negociaciones entre Irán y Arabia Saudita -como contrapeso al rol de EE.UU. en los Acuerdos de Abraham- y se ha mantenido silente frente a los ataques iraníes del fin de semana, desatando la frustración de Israel.

Pero hay más. Buscando contrarrestar la alianza de seguridad entre EE.UU., Australia, Japón e India, Irán, Rusia y China realizaron ejercicios militares conjuntos en el Golfo de Omán, con el objetivo declarado de mantener la seguridad marítima regional. Seguridad, y no comercio, será el concepto determinante en esta carrera por las alianzas.

Ante la incertidumbre que inunda estos tiempos recios, ideal sería hablar con una sola voz desde América del Sur. Sin embargo, las divisiones y alineamientos empiezan a ser claros e irreconciliables. La Argentina de Milei se ha declarado parte del “mundo libre”, mientras Venezuela persiste en sus lazos con Teherán y Moscú, y otros tantos, ahogados en sus propias contrariedades internas, se muestran inhábiles para reaccionar más allá de sus fronteras.

A pesar de que las relaciones exteriores son de escaso interés ciudadano (y menor relevancia presupuestaria), Chile tiene un buen margen para actuar en escenarios adversos siempre que nuestras capacidades estén enteramente desplegadas. Ello incluye el necesario retorno de nuestro embajador a Tel Aviv, lo que no significa rebajar los legítimos reproches a las acciones israelíes en Gaza. Trabajado sagazmente podría, inclusive, ser leído al contrario.

Fuente: La Tercera