Opinión

Metamorfosis política en América Latina

América Latina comenzó el 2024 sumida en un entorno VICA, caracterizado por la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad. Dentro de este desafiante escenario, la región vive un intenso rali electoral que marca el punto culminante del superciclo electoral 2021-2024, con seis elecciones presidenciales y varias subnacionales cuyos resultados traerán una reconfiguración del mapa político-electoral regional.

Durante los primeros tres años de este ciclo se llevaron a cabo 11 elecciones presidenciales: Ecuador, Perú, Chile, Honduras, Costa Rica, Colombia, Brasil, Paraguay, Guatemala, Ecuador (nuevamente por la salida adelantada del presidente Guillermo Lasso) y Argentina, además de una farsa electoral en Nicaragua en el 2021.

En estos procesos se han identificado varias tendencias: el voto de castigo a los oficialismos, profunda polarización, la necesidad de segundas vueltas para definir la presidencia, la reversión de resultados entre la primera y la segunda vuelta, gobiernos fragmentados sin mayoría parlamentaria propia, coaliciones inestables y el surgimiento de candidatos populistas con rasgos autoritarios.

El primer semestre del 2024 fue testigo de elecciones presidenciales en El Salvador, Panamá, la República Dominicana y México. Para el segundo semestre están programadas las presidenciales venezolanas, del 28 de julio (marcadas por la tensión, la represión y la incertidumbre), las generales uruguayas (a finales de octubre), las locales en Chile (importantes para las generales del 2025) y las municipales en Brasil, que servirán como un plebiscito sobre los primeros dos años de la presidencia de Lula.

Cambio de tendencia

En tres de las cuatro elecciones presidenciales en el primer semestre se observó un cambio de tendencia: del castigo a los oficialismos y la alternancia a la continuidad, resultados que marchan a contracorriente de la tendencia global predominantemente antiincumbente.

En El Salvador, Nayib Bukele logró una reelección por amplio margen, pero inconstitucional; en la República Dominicana, Luis Abinader también fue reelegido; y en México, la alta popularidad de AMLO aseguró la continuidad del partido Morena y la victoria de Claudia Sheinbaum como presidenta.

Solo en Panamá tuvo lugar el voto de castigo (una constante desde las elecciones de 1994), con la victoria de José Raúl Mulino, candidato del partido Realizando Metas, del expresidente Ricardo Martinelli, condenado a 128 meses de prisión por lavado y asilado en la Embajada de Nicaragua en Panamá para evitar ir a la cárcel.

Los presidentes reelegidos o elegidos en El Salvador, la República Dominicana y México no solo lo hicieron con amplios márgenes (por encima del 50%), sino también aseguraron mayorías significativas en sus respectivos congresos. Este amplio y cómodo respaldo legislativo permite a los tres impulsar sus reformas. Panamá, nuevamente es la excepción a esta regla.

Por su parte, el fenómeno de la reelección ha mostrado resultados mixtos en la región. Presidentes como Bukele y Abinader consiguieron reelecciones consecutivas exitosas, contrastando con el fracaso de la reelección alterna de expresidentes como Martín Torrijos en Panamá y Leonel Fernández en la República Dominicana. Ambos fueron reelegidos en la primera vuelta, rompiendo asimismo la tendencia prevaleciente entre el 2021 y el 2023, que exigía ir al balotaje para definir la presidencia.

Castigo a los tradicionales y apoyo a los nuevos

Los partidos tradicionales fueron los grandes perdedores en estos primeros seis meses, castigo que se interpreta como un profundo descontento con las viejas estructuras políticas, unido a un rechazo a las políticas ineficaces, la mala calidad de los servicios públicos, la corrupción y la falta de conexión con los electores.

Los votantes buscan alternativas que prometan cambios reales y respuestas concretas a sus problemas. En los cuatro países mencionados, los principales partidos que lideraron los gobiernos durante las últimas décadas sufrieron fuertes palizas electorales: Arena y el FMLN en El Salvador; PRD, CD, Panameñista y Molirena en Panamá; PLD, PRSC y PRD en la República Dominicana; y PRI, PAN y, sobre todo, PRD en México.

Los claros ganadores de estas cuatro elecciones son partidos que no tienen, como mucho, más de dos décadas de existencia: PRM en la República Dominicana (desprendimiento del PRD), Morena en México, Realizando Metas en Panamá y, el más reciente de todos, Nuevas Ideas en El Salvador. Los tres últimos hechos a la medida de sus líderes y puestos al servicio de estos: AMLO, Ricardo Martinelli y Nayib Bukele, respectivamente.

Rediseño del mapa político

El primer semestre del 2024 deja claras señales de una reconfiguración político-electoral en América Latina. La emergencia de nuevas fuerzas políticas, el castigo a los partidos tradicionales y la preferencia por líderes de centroderecha en varios países indican un cambio en las prioridades y expectativas de los votantes.

Durante los primeros dos años del superciclo electoral, la tendencia era el voto de castigo a los oficialismos con una preferencia hacia los gobiernos de centroizquierda. Sin embargo, desde el 2023 y especialmente en el primer semestre del 2024, esta tendencia ha cambiado notablemente.

En efecto, en tres de las cuatro elecciones del año pasado ganaron presidentes de centroderecha: Santiago Peña, en Paraguay; Daniel Noboa, en Ecuador, y Javier Milei, en Argentina. Lo mismo ocurrió en tres de las cuatro elecciones presidenciales de este primer semestre: El Salvador, Panamá y la República Dominicana.

Los resultados de estas últimas elecciones no solo redefinen el mapa político actual, sino también plantean desafíos y oportunidades para el futuro. Con un electorado que busca nuevas alternativas y líderes capaces de responder a sus demandas, el panorama político está altamente fragmentado y polarizado.

Los nuevos líderes deberán demostrar que pueden cumplir con las expectativas de sus electores, manteniendo la estabilidad y la gobernabilidad y promoviendo el desarrollo económico inclusivo en un ambiente regional desafiante, volátil e incierto.

Si los pronósticos se cumplen, el superciclo electoral latinoamericano que finaliza este año dejará un mapa político regional más heterogéneo y balanceado en términos ideológicos, sin olas rosas ni azules predominantes. La política en América Latina está en plena metamorfosis, y sus próximos capítulos serán cruciales para definir su rumbo.