Opinión

América Latina y la defensa de la democracia

Venezuela es la punta del iceberg de un problema que lleva años creciendo en América Latina. El deterioro democrático que sufren muchos de los países actualmente, es fruto de tres décadas de acción impune que han ido deteriorando procesos, instrumentos y salvaguardas ante el silencio y el desinterés de la comunidad internacional.

Escuchaba hace unos días en el recientemente estrenado podcast de la Fundación Carolina a la politóloga Flavia Freidenberg argumentar de manera brillante por qué debemos analizar la democracia como un proceso continuo y no, únicamente, como el hecho concreto del proceso electoral. Venezuela ha sido el gran ejemplo. Lo que sucedió el pasado 28 de julio es fruto de años de impunidad de Maduro, de miradas intermitentes de los gobiernos internacionales sobre Venezuela y un trabajo muy quirúrgico de actores externos que operan a favor de ideologías extremas en la región. Aquí surgen varios nombres de españoles que darán juego para otro post.

América Latina vivió una revolución democrática entre los años 70 y 90 con el fin de las dictaduras militares y la culminación de las negociaciones de paz. Como recuerda The Economist en el artículo Populism and polarisation threaten Latin America en 1977 sólo tres países eran democracias y el resto vivían dictaduras de uno u otro tipo. Estados Unidos y Europa jugaron un papel fundamental en apoyar procesos de restauración democrática, fortalecimiento de las instituciones e impulso de ecosistemas de participación política desde el respeto a la libertad individual y los derechos humanos.

Ese ímpetu democrático, desde el que algunos nos iniciamos en el latinoamericanismo moderno, ha derivado en un alzhéimer caprichoso y selectivo que permite a los países mirar para otro lado cuando les conviene, realizar alguna crítica puntual para cubrir el expediente y eso sí, llevarse las manos a la cabeza cuando algún tema explota y la crudeza del autoritarismo se presenta al mundo en toda su intensidad.

América Latina son muchas Américas Latinas, pero en un rápido repaso podemos analizar varios focos geopolíticos que deben preocuparnos igual que Venezuela:

Centroamérica será el siguiente gran volcán en estallar. A la situación política en países como Nicaragua, Honduras y Guatemala se une el drama humano que se incrementará con las últimas decisiones sobre política migratoria. El modelo Bukele, tan criticado, está sirviendo de inspiración para otros países que sufren el acoso violento del crimen organizado y el narcotráfico. Quiero escribir un post específico sobre Centroamérica en las próximas semanas que incluya reflexiones sobre Costa Rica y Panamá también, porque realmente creo que Centroamérica será un foco de preocupación geopolítica inminente que deberá recuperar la atención de Estados Unidos, de la Unión Europea, de España y de las democracias latinoamericanas. Es el único espacio con potencialidad real de integración y debe ser cuidado y acompañado.

La zona andina vive entre el estado fallido y el peligro de la autocracia. Perú ha caído en una espiral de decadencia política que no se resolverá hasta que se fortalezca el sistema de partidos políticos y se acompañe un proceso de renovación democrática que actualice los sistemas públicos. Bolivia se enfrenta a las dudas sobre la autoría del golpe de Estado con una fractura en la izquierda que divide el liderazgo político con impacto en los movimientos ideológicos regionales. Ecuador se enfrenta a una violencia sin precedentes ante un Noboa con reacciones autoritarias que no invitan al optimismo.

El cono sur vive una realidad desconocida que impactará políticamente en toda la región. Chile inició una nueva idea de izquierda moderna que no termina de complacer a la izquierda latinoamericana clásica ni solucionar los problemas reales que asolan a los chilenos. Argentina acaba de reventar su idea de izquierda peronista con los últimos escándalos de Alberto Fernández que opacan las críticas ideológicas hacia Milei. Uruguay, la suiza latinoamericana, puede tener cambio de color gubernamental, lo que impactará en el equilibrio regional y un Paraguay que busca rediseñarse a sí mismo para ser algo más competitivo en el futuro de la economía.

El resto de los países de la región parecen más apaciguados, pero parte de la grandeza de América Latina es la complejidad de sus interacciones regionales y de los movimientos políticos que se explican desde los consensos o diferencias internas. Mucho que analizar en este punto cuando varios mecanismos multilaterales como el BID, CAF o el PNUD han iniciado programas de defensa de la democracia para sus próximos planes estratégicos en la región.

México es un caso muy singular. Escribí un post anterior sobre la situación en México que refleja ese extremismo democrático que combina una elección nacional de amplia participación y apoyo en la Presidenta Claudia Sheinbaum con una violencia extrema local que asesina de forma violenta a decenas de candidatos antes de las elecciones a niveles de un territorio en guerra.

América Latina es una constante revulsión ideológica entre países que se respetan como hermanos latinoamericanos pero que compiten por un liderar un ciclo de tesis predominantes en la región. De ahí que la respuesta más eficaz al pulso dictatorial de Nicolas Maduro pueda y deba venir de los propios países latinoamericanos. América Latina tiene legitimidad regional para defender su democracia. Yo creo que aquí estará el camino de la solución a la ansiada transición venezolana.

Desde España no podemos dar lecciones de nada. Por un lado, nuestro sistema democrático está sufriendo una erosión sin precedentes derivados del chantaje político en el que el Gobierno de España ha cimentado su mayoría “progresista”. Por otro, los partidos políticos tradicionales, implacables históricamente ante la falta de libertad política, ya no son lo que eran. El Partido Popular mantiene su esencia y debe reforzar su acción política de hermandad en la región, y el PSOE ha perdido su voz crítica interna sobre temas internacionales. Es alucinante el silencio sobre Venezuela que mantienen los líderes socialistas en España mientras sus socios comunistas se jactan de apoyar a Maduro.

En este punto, es justo hacer una mención expresa a la Agencia Española de Cooperación que ha creado e impulsado el “Programa Democracia” en América Latina. La cooperación internacional vuelve a ser el instrumento internacional que sustenta la geopolítica y que defiende el desarrollo. Me alegra que el orden multilateral vuelva a ver la defensa de la democracia como el cuarto pilar ineludible para un desarrollo real.

El Informe sobre riesgos globales para 2024 que elabora el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile que dirige el gran Jorge Shad alerta de manera continuada desde hace años: “En el terreno político, los gobiernos latinoamericanos continuarán enfrentando una triple amenaza que está erosionando el estado de derecho y la calidad de las democracias en la región y complicando la gobernabilidad. Estos desafíos incluyen el crimen organizado, la corrupción sistémica y el populismo autoritario”.

La defensa de la democracia, este va a ser el gran reto de América Latina, de España y de la Comunidad Internacional. El gran reto de nuestro tiempo. Unámonos para conseguirlo. La democracia es una fuerza contagiosa, sólo necesita ser defendida.

Fuente: Ignacio Uriarte