Opinión

Václav Havel: un imprescindible

Estamos en un momento de crisis global. Son estas instancias en las que miramos a otros que en la historia han sido ejemplo para salir de los momentos más difíciles. Ese es el caso de Václav Havel, uno de los íconos de la transición a la democracia en Europa del Este, pero además un humanista de aquellos que no abundan. Su carrera de dramaturgo lo puso en el rol del otro. Fue capaz de imaginar que había otros personajes que también importaban. Entender que al frente habrían derrotados a los que tender la mano de reconciliación. Su país sería distinto a la Rumania de Ceaucescu.

Havel vio otra solución. Puso en la minoría de la administración al propio Partido Comunista que tanto combatió. Por eso la derrota del comunismo no era por la vía de las armas o la erradicación de quienes habían sostenido el régimen. Por el contrario, después de asumir el poder sostuvo que “el comunismo fue derrocado por la vida, por el pensamiento, por la dignidad”. En este aspecto, cabe mencionar que Havel, al igual que otros intelectuales de la época como Benedicto XVI, tienen un especial interés por la verdad. No cualquiera, pero más bien aquella que trasciende los límites de nuestros tiempos y contextos.

Es decir, la verdad se transforma en un problema existencial porque es el testimonio de una persona a lo largo de su vida y de su accionar diario. En este sentido da cuenta del paradigma y el conjunto de creencias desde donde una persona honestamente señala su visión del mundo. Esta verdad deviene de alguna manera de su profundo sentido humanista. Nunca fue un católico, pero señaló que lo inspiraba un sentimiento cristiano y tratar de vivir en el espíritu de la moral cristiana, aunque no hubiera un Dios personal en que él creyera.

Derrotar al comunismo no significó un cheque en blanco para Occidente. Era profundamente crítico de la realización meramente neoliberal de la persona humana. Criticaba a esa corriente filosófica con la misma fuerza que a los socialismos reales porque son incapaces de generar trascendencia. El gran problema que mueve su lucha contra el comunismo y también el capitalismo desnudo es la ausencia de la solidaridad como motor de la sociedad. Este principio lo aplicó con dolor, incluso en el fin de Checoslovaquia como país. Es ahí donde la figura de Havel se eleva por todo el resto de Europa. Convencido de la no violencia activa y la necesidad de resolver los conflictos por la vía pacífica, él condujo las negociaciones que derivaron finalmente en una República Checa y otra como Eslovaquia. Fue un proceso muy duro, pero armonioso, por lo mismo, el día que murió Havel el luto fue en las dos naciones.

Un convencido del potencial de todos los seres humanos, Havel es una luz para mirar en estos tiempos convulsos. Su ejemplo se hace más necesario en un contexto tan virulento como el actual. Hoy la verdad, la contemplación y el silencio dejan el espacio a la mentira, el grito destemplado y la acción irreflexiva de populistas, autócratas y todo tipo de personajes imbuidos en la ganancia pequeña. Cuánta falta hace. La esperanza es que su ejemplo trascienda el tiempo y el espacio para que nos vuelva enseñar lo que de verdad es importante.

Fuente: La Tercera