Restan pocas semanas para que el Presidente de México Andrés Manuel López Obrador termine su mandato. Deja el poder con un amplio respaldo, incluida la elección de su sucesora, Claudia Sheinbaum, mayorías en el Poder Legislativo y las principales gobernaciones del país en manos de su Movimiento de Regeneración Nacional. En el plano interno, la “Cuarta Transformación” promovida por AMLO ha mostrado tener un sólido arraigo nacional.
Pero en cuanto a su política exterior, las contradicciones son patentes. AMLO no se ha caracterizado por su agenda internacional. Sus viajes y participación en reuniones multilaterales fueron escasas. A pesar de ser uno de los países más relevantes de Latinoamérica, no hubo visitas a la región, sino sólo a EE.UU. y para tratar asuntos de interés bilateral. Las razones argüidas por AMLO para este repliegue obedecieron a dos postulados. El primero, “que la mejor política exterior es la interior” y la segunda, a una renovada apuesta por la “doctrina Estrada” que busca no intervenir en asuntos internos de terceros estados.
Sin embargo, al escudriñar los hechos las incoherencias entre los postulados del Presidente y la acción internacional durante su mandato, son manifiestas. Los ejes de una política exterior orientada hacia el pleno respecto a los DD.HH., la política exterior feminista y el compromiso con el medioambiente y la biodiversidad chocan con la situación interna de México, haciendo incomprensible el lema de “la mejor política exterior es la interior”. Según ONG mexicanas, durante el sexenio de AMLO se registran 42 mil desapariciones en el país, de las cuales solo entre el 2% y el 6% han sido judicializadas. La violencia machista es otro flagelo, registrando en el primer trimestre de 2024, 184 presuntos femicidios. Y uno de los proyectos estrellas AMLO, el Tren Maya, ha sido largamente cuestionado por arriesgar de forma irreversible un capital natural único. Todo lejos de una política exterior que promueve los DD.HH., la igualdad de género y compromisos frente al cambio climático y la biodiversidad.
En cuanto a la decisión de AMLO de interferir en asuntos internos, los absurdos son gruesos. A sus aliados ideológicos los ha colmado de atenciones. Concedió asilo a Evo Morales tras el fraude electoral, y lo mismo ofreció al ex Presidente Castillo del Perú tras su autogolpe. Condecoró al Presidente Díaz-Canel, considerando a Cuba como un gobierno “profundamente humano”. Se ha negado a condenar las barbaridades de Ortega en Nicaragua y se restó de inmiscuirse con la dictadura venezolana arguyendo que no es legítimo entrometerse en elecciones de otros países. Pero quienes se sitúan al otro lado del espectro -Ecuador, Argentina, Perú de Boluarte- han recibido sus agrias reprimendas desde el púlpito de las “mañaneras”.
El 1 de octubre tomará el mando la Presidenta Claudia Sheinbaum, quien ostenta un perfil más cosmopolita. Veremos si en política exterior seguirá los pasos de su mentor o volverá a México el lugar que merece en el contexto latinoamericano.
Fuente: La Tercera