La Alianza del Pacifico, orientada a su objetivo fundacional, puede transformarse en un potente instrumento de proyección regional de la costa atlántica hacia el Pacifico.
EL nuevo gobierno inicia su periodo con una sugerente propuesta en relación a la política exterior de Chile. Se basa en una vision critica que diagnostica un ''déficit de integración entre los países sudamericanos''.
El programa fundamenta su vision en la apreciación de que el país habría ''perdido presencia en la región'', en la ''existencia de relaciones vecinales complejas'', un ''carácter mercantil de los vínculos latinoamericanos'' y una ''ideologización de las opciones de inserción externa''. La propuesta deja expresa constancia que el ''eje de la política internacional del siglo XXI esta en el Pacifico'' y valora ''los esfuerzos de integración en la Alianza del Pacifico'', precisando la necesidad de actuar bajo ciertos parámetros que la propuesta define.
Mas allá de las consideraciones que avalan las bases del proyecto que el nuevo gobierno desea abordar, estimo importante poner en relevancia acciones que lo harían factible. Al respecto, me parece que lejos de ser contradictorios, los objetivos propuestos son complementarios.
En efecto, una potente vinculación con América Latina y el Caribe potencia y dinamiza la proyección de Chile al mundo y, muy particularmente, al eje del Pacífico, donde el Asia constituye un objetivo prioritario. También es posible construir asociación entre los principales organismos de integración regional, que lejos de ser antagónicos, resultan factibles de armonizar dada la especificidad de sus objetivos.
En la misma óptica, un vínculo más armónico con los países vecinos de claro signo inteGuardargrador abriría nuevos espacios y generaría una imagen internacional positiva. A su vez, una relación que dinamice los vínculos con Brasil nos proyectaría con nuevas potencialidades. La misma complementariedad se presenta si somos capaces de lograr una amplia diversificación de la agenda, donde la variable económica adecuadamente unida a temas políticos, culturales, de seguridad y otros, tienda a dar más contenido al entramado y nivel de las relaciones internacionales.
En esa mirada de complementariedad, alejada de exclusiones de cualquier tipo, Chile tiene camino recorrido. Ya existe una importante base al tener nuestro país el 88% de su inversión en América Latina y sus bloques del Mercosur y Pacto Andino. A su vez, Brasil es el destino principal del total de capitales nacionales con US$ 21.857 millones, que representan el 25,4%, seguido por Argentina y Colombia. Pareciera claro que es una plataforma útil para desde allí construir una relación regional más plena.
Desde esa óptica, la Alianza del Pacífico orientada a su objetivo fundacional, puede transformarse en un potente instrumento de proyección regional de la costa atlántica hacia el Pacífico, como ya lo demuestra la nómina de países observadores y candidatos interesados en esta instancia.
En suma, la apuesta de Chile a la región y a la vecindad, lejos de ser excluyente en cuanto a los vínculos del país con el mundo y/o contradictoria con la Alianza del Pacífico, debería ser vista como complementaria al potenciarse recíprocamente una y otra vertiente. El desafío es concretar las acciones que lleven a generar las convergencias en la construcción de proyectos compartidos.
Fuente: La Tercera