En una nueva etapa se hace necesario en un tiempo prudencial dar forma a un acuerdo por un instrumento jurídico vinculante y del nivel adecuado, que delinee las acciones que a ambos países los hagan transitar hacia un vinculo integrador, pacifico, de mutua cooperación y complementación, al que con posterioridad a La Haya se puede aspirar.
El ambiente nacional está inquieto ante la cercanía de la fecha en que se conocerá el fallo de la Corte Internacional de la Haya por la demanda peruana interpuesta unilateralmente, que reclama una delimitación marítima con Chile pese a la existencia de la misma en acuerdos vigentes que se han aplicado por décadas. En nuestro país, donde los temas internacionales nunca han copado la agenda, la cercanía del 27 E ha empezado a ocupar titulares y para ese día se planifica un despliegue comunicacional de vasto alcance. Pese a que existe consenso que a nuestro país lo favorece el derecho internacional y los tratados vigentes "como asimismo prima una opinión generalizada en el sentido que la defensa de los intereses del país ha sido solida y abordada con una visión de política de Estado" subsisten razonadas dudas acerca del contenido que pueda tener el fallo. Todos sabemos que en un asunto de esta naturaleza la incertidumbre es una realidad y que las opciones, mas allá de lo que cada una de las partes pueda estimar, están radicadas en un tribunal cuya decisión es imposible predecir.
En Chile la mayoría de los analistas y quienes se acercan al tema han centrado sus enfoques en tratar de adelantar lo que puede contener el fallo. Desde mi perspectiva ese empeño hoy día es una tarea inútil. Todo lo que se pudo hacer para lograr un fallo favorable ya se ha abordado en forma responsable, coherente, con solida argumentación y con un mayoritario como sólido apoyo societario y político. De allí que lo que pareciera lógico seria orientar todo nuestro esfuerzo a llenar el espacio que lleve a defender los intereses de Chile.
Si uno se basa en ese tipo de pensamiento el 27 E seria el momento de abocarse creativamente a lograr, después de más de cien años, cambiar el signo de la relación del Perú con Chile. Por más de un siglo ha estado marcada por la desconfianza, hostilidad y reivindicaciones. El desafío es construir un nuevo tipo de vínculo, uno que genere confianzas, cooperación, ausencia de nuevas demandas y logro de proyectos compartidos.
Por eso estimo que Chile se juega dos objetivos simultáneos que no se agotan con el fallo. El primero, aspirar a que se ratifiquen nuestros derechos soberanos y se mantenga nuestro limite conocido y reconocido como el paralelo y el segundo, tan importante como el anterior, es lograr la construcción de un nuevo tipo de relación con el Perú.
En relación al fallo, el momento que se vive y el carácter de las resoluciones de la Corte poco permiten hacer salvo acordar su implementación en los tiempos y formas que se acuerden entre las partes. Sin embargo, en cuanto a sentar las bases de un nuevo tipo de vínculo de carácter diferente al histórico, hay mucho espacio para trabajar, proponer y consensuar, tarea a la que pareciera propio dedicar las energías en este momento tan crucial.
Una nueva etapa hace necesario en un tiempo prudencial dar forma a un acuerdo por un instrumento jurídico vinculante y del nivel adecuado, que delinee las acciones que a ambos países los hagan transitar hacia un vínculo integrador, pacifico, de mutua cooperación y complementación, al que con posterioridad a La Haya se puede aspirar.
Chile y Perú cuentan con una experiencia para actuar con esa lógica disfrutando de los efectos benéficos que les ha generado haberlo hecho. En efecto, es lo que Chile hizo con Argentina post conflicto del Beagle y el Perú con Ecuador post guerra del Alto Cenepa. Resulta un gran activo que en ambos países se cuente con una historia tan relevante como la reseñada.
Cambiar el eje, los contenidos y el tono de la relación Chile-Perú, exige buscar una fórmula que, con los resguardos que brinden certeza jurídica a ambas partes, asegure que los problemas, demandas, objeciones y todo tipo de reivindicaciones concluyen y que como tal, no existe ningún tema pendiente que pueda ser objeto de futuras nuevas controversias o reclamaciones que afecten la soberanía de los Estados. Lograr lo anterior, contribuiría a generar confianzas al igual que se hizo con el Tratado de Montevideo con Argentina. Al mismo tenor es pertinente consensuar mecanismos muy claros de solución de controversias en los diferentes ámbitos en que ellas pudieran producirse.
Encontrar un instrumento que siente las bases de la nueva relación abre espacios para la creatividad orientada a dinamizar un vínculo amplio que a ambos países los potencie. En ese sentido lógicamente es vital afirmar y ampliar la relación de intercambio comercial ya alcanzada. A no dudar los US $11.637 millones invertidos por Chile en el Perú al 2012 y los US$ 7.000 millones "con una estimación al 2013 de US$10.000 millones" invertidos por el Perú en Chile constituyen una alta prioridad donde hay espacios para asegurar y reforzar todo el amplio entramado de una relación tan vasta como la que se ha producido.
Sin embargo, un proyecto como el que pueden abordar Chile y el Perú va mucho mas allá de ese tipo de relación. De actuar creativamente post 27 E, entre otros, hay espacios para abordar temas donde se profundicen los vínculos culturales, los emprendimientos compartidos en temas como el turismo y las obras de infraestructura. Especial gravitación tendrá botar barreras que hagan factible proyectos de integración energética, de la minería y la proyección común ya delineada hacia el Asia Pacifico. Dentro de la agenda de un nuevo tipo de relación no podrá excluirse un esfuerzo por enseñar la historia buscando respetar la visión de ambos países, pero cuidando de descargarla de todo sesgo que genere odiosidad. Al mismo tiempo resulta necesario seguir abordando los hechos que nos han enfrentado pero incorporar con el mismo interés aquellos "muchos más numerosos" eventos trascendentes que nos han unido.
El nuevo signo de una potencial nueva relación también alcanza a la Seguridad y Defensa. Generada la confianza de inmediato se abren espacios para encontrar fórmulas compartidas para enfrentar la nueva amenaza de la droga, la criminalidad y el narcotráfico de peligroso desarrollo en nuestra área geográfica. A la fecha, Chile y el Perú no han desarrollado ambiciosos proyectos para el despliegue de operaciones militares conjuntas como las que se han concretado por nuestro país con Argentina "con la fuerza Cruz del Sur" y el Ecuador, con la Compañía de Ingenieros en Haití. Estas dos experiencias perfectamente podrían servir como un antecedente que permita abordar con nuestro vecino del Norte un nuevo esquema de relación militar cooperativa.
Un desafío de sentar las bases en un instrumento vinculante que cambie el eje histórico de la relación Chile-Perú a no dudar debería darle especial contenido a los temas que inciden en el Área de valor geopolítico que comprenden los territorios soberanos de ambos países. En ese sentido la relación Arica-Tacna, con sus innumerables variables, debería ocupar un lugar preferente a la hora de acordar medidas que desentrampen las barreras que dificultan el quehacer en múltiples actividades. Actualmente, se mantienen normas arcaicas donde resulta incomprensible la imposibilidad de identificar hasta la fecha los espacios existentes para compartir creativamente "a través de acuerdos en áreas especificas" en la educación, la aeronáutica, la salud, la actividad bancaria, el deporte y tantos otros rubros donde existen múltiples trabas que impiden emprendimientos comunes.
La relación entre Chile y Perú en las próximas décadas y la resolución de los problemas que en el curso de la misma puedan ocasionarse, exige transitar a una mirada distinta a la que por más de un siglo se ha mantenido. Hay muchos espacios que permiten abordar acciones con los padrones de pensamiento propios del siglo XXI que nos llama a asumirlos. La etapa de implementación del fallo de La Haya resultara un desafío que supera el mero cumplimiento por ambas partes del mismo. El tiempo que viene y los liderazgos que se ejerzan constituyen a su vez una oportunidad de delinear un nuevo tipo de vinculo que marcara los próximos años de dos países que anhelan lo mejor para sus pueblos.
Fuente: La Segunda