Un informe elaborado por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (AIS) da cuenta de la situación en relación al respeto o a la violación de los derechos de todos los seres humanos de vivir la libertad para profesar la religión en la cual basan sus creencias. Benedicto XVI estableció al respecto que "el derecho a la libertad religiosa se funda en la misma dignidad de la persona humana".
Más allá de los documentos y opiniones del Vaticano, hay normas que abogan por la libertad religiosa en el mundo. El artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos -explicitados con mayor detalle por el Consejo de la UE que recientemente estableció directrices sobre la protección y promoción de las libertades de religión y de creencia- se refiere al tema.
El estudio de AIS recoge de esos textos las variables con las cuales aborda la elaboración de su informe. Con esa base se analizan los siguientes indicadores: los derechos a convertirse, a catequizar a los niños, a la práctica institucional de la propia fe, a la reunión religiosa, a la construcción de lugares de culto y al derecho de no ser discriminado en razón de la fe en los lugares o instituciones de trabajo. El informe es realizado por un equipo de periodistas, intelectuales y autores independientes que estudian todas las regiones del mundo analizando 196 países. La metodología clasifica a las regiones y a los países en cuatro categorías en relación con la libertad religiosa, estableciendo si ella es alta, media, preocupante o baja.
La conclusión de este informe elaborado cada dos años es preocupante. En 55 países, la situación ha empeorado y solo seis exhiben una mejoría. De 196 países analizados, se concluye que en el 40% de ellos la libertad religiosa se encuentra gravemente afectada o ha disminuido crecientemente en los dos últimos años. El informe considera los sufrimientos de los creyentes de distintas religiones basándose en Dignitatis Humanae (1965), que establece: "La libertad religiosa garantiza que todos los grupos religiosos se expresen con la condición de que cada uno de ellos respete los derechos inalienables de los demás".
Hoy, la persecución afecta no solamente a los católicos, sino también a los musulmanes, que son perseguidos violentamente en China, Corea del Norte, Azerbaiyán, Birmania/Myanmar, Eritrea y Uzbekistán.
Las formas que adquieren las acciones contra la libertad religiosa son variadas. En el Lejano y Medio Oriente, la aparición del Estado monoconfesional ha roto la convivencia en que vivían cristianos y musulmanes. Sin embargo, la intolerancia llevada a extremos se expresa también entre musulmanes, como sucedió en Mosul, donde fueron expulsados los musulmanes no suníes, y los cristianos, que eran 30.000, debieron migrar en su totalidad. Al mismo tenor en Siria, el número de cristianos bajó desde 2011 a 2014 en un 30%. Esas situaciones han llevado, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), a que en el mundo actualmente el número de refugiados y desplazados llegue a 50 millones, la cifra más alta después de la II Guerra Mundial.
En las democracias occidentales la situación sería mejor, pero con matices diferentes. Es así como el informe entrega antecedentes sobre la debilidad de Occidente y de sus líderes para entender las raíces profundas de las motivaciones religiosas. Esa carencia habría provocado inadecuadas formas de actuar de las potencias cuando intervienen en zonas como Irak o Afganistán.
También en Occidente se detecta que ha surgido una contradicción entre las opiniones religiosas tradicionales enfrentadas a las ideas catalogadas como progresistas. Así, en EE.UU., Europa y América Latina se habrían ido imponiendo las ideas del progresismo como valores prioritarios, llevando a la marginación creciente de quienes tratan de conservar los valores morales que profesan, quienes terminarían siendo obligados a aceptar normas sociales a las que ellos objetan en conciencia.
En 2014 se han recordado el centenario de la IGM y los 25 años de la caída del Muro de Berlín. Son dos fechas que llevan a la reflexión sobre la violencia y sus efectos. En este mundo del siglo XXI, donde la dignidad de la persona y su libertad son valores incuestionables, resulta paradójico que el motor que explica parte importante de la violencia se fundamente en razones religiosas. De allí la necesidad de fortalecer el respeto a una auténtica libertad religiosa, tarea a la que estamos llamados todos quienes creemos en la dignidad del ser humano y aspiramos a un mundo en paz.